El peligroso ciclo del fanatismo

Opinión 15 de enero de 2024 Luciano Giuliani
bandera

"No podemos pedirle a la política soluciones a un problema mucho más profundo como lo es el fanatismo, que se arraiga en la pérdida de sentido nacional".

El orígen de la tragedia bien podría situarse en aquella plaza del 9 de diciembre de 2015,en la que a su modo Cristina Fernández le dió la espalda al Congreso y también al mandato popular.

Por aquellos tiempos los vehementes empoderados tomaban el bastón de mariscal en una Argentina que según la propia Cristina era cómoda para la gente e incómoda para los dirigentes.

En ese entonces surgió la primera ola de fanatismo contemporánea con un sujeto social que se enfrentó al empoderado, el "si se puede".

Los globitos amarillos coparon la parada, se volvieron lo que ellos mismos repudiaban, miserables fanáticos dispuestos a aceptar cualquier cosa para terminar con su adversario.
En la breve presidencia de Pinedo se vió aquel acto inútil de rebeldía protocolar que escondía tal vez algo mucho más profundo y peligroso para un dirigente político, el desprecio al voto popular.

El neo kirchnerismo fundado en aquella plaza es uno de los peores actos de nuestra jóven democracia.

Mauricio Macri asumió entre globos y bailes anunciando una revolución de la alegría, que como toda revolución inconclusa ni fue alegre, ni fue revolucionaria, pero algo si surgió, una división profunda del pueblo argentino.

Allí, en ese gobierno débil y poco claro surgió el empoderado de la "plaza del amor" para esgrimir un grito de guerra: "vamos a volver", lo que finalmente pasó y los resultados están a la vista.

Mientras unos y otros se apuntan para echar culpas mutuamente, la pérdida de soberanía, la concentración de la riqueza en pocas manos y el endeudamiento atroz fueron constantes.

Argentina sigue sumida el mismo proceso, con un presidente que asumió de espaldas al Congreso, una caterva de confundidos repitiendo a coro que no hay plata y vivando una libertad que poco tiene que ver con las personas y mucho con el capital.

El ciclo del fanatismo es un veneno que pudre la Nación y mientras los fanáticos se aferran a verdades cuasi religiosas se sustancia la entrega de la Patria.

El fanatismo es el cáncer de la Argentina, imposible de extirpar por medios físicos. Los que hoy se autoperciben argentinos de bien forman parte de una nueva estafa ideológica.

El proceso de división en el que estamos sumergidos es tan complejo de desentrañar que no percibimos el verdadero riesgo, ya no como anuncia el kirchnerismo de disolución nacional, sino de algo mucho más letal que es la desintegración nacional.

La desintegración es la ruptura y desaparición del Estado y los acuerdos fundacionales, aquellos pactos preexistentes de los que nos habla el preámbulo de la Constitución Nacional.

No podemos pedirle a la política soluciones a un problema mucho más profundo como lo es el fanatismo, que se arraiga en la pérdida de sentido nacional.

Pocas veces nuestro país se ha encontrado ante semejante encrucijada, no se trata ya de gobiernos buenos o malos sino de la existencia de Argentina tal y como la conocemos.

Romper el ciclo del fanatismo es la tarea, tal vez debamos volver a nuestros orígenes históricos, a los padres de la Patria y reiniciar la tarea pedagógica de nacionalizar un pueblo que no comprende su razón de ser ni su destino.

Luciano Giuliani

Te puede interesar
Lo más visto

Suscríbete al newsletter para recibir periódicamente las novedades en tu email