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General15 de abril de 2024Este 18 de abril, el Taller de teatro La Edad de Oro, dirigido por Cristina Mercado de Doffo, recuerda un nuevo aniversario de su surgimiento allí por el año 1993. Cumple 31 años y lo festejarán llevando alegría a muchos lugares de la ciudad de La Carlota, no sólo con sus obras si no con una necesaria presencia en aquellos espacios donde los brazos abiertos los aguarda.
Actualmente, este espacio de contención, aprendizaje, recreación, está integrado por 15 adultos mayores de entre 60 a 88 años.
En este nuevo aniversario, están programadas actividades como, visitas a geriátricos, escuelas, a distintas localidades, y como dice Cristina, "con el un sueño de llevar el elenco a la Universidad de Río Cuarto y dentro de lo posible poner en escena una obra".
Además, plantarán un Jacaranda, "que es hijo del que está en frente del teatro, que lo logré hacer de una de sus semillas", comentó Cristina.
También está previsto que participen, como todos los años, del Encuentro Juvenil de Teatro, "para poner en escena una obra y les recuerdo que la entrada, como siempre, es un alimento no perecedero para Caritas".
Y para fin de año, tienen programado el tradicional "Pesebre Viviente", señaló Cristina.
Su Historia
Un 18 de abril del año 1993, se comenzaba a gestar una de las más antiguas agrupaciones de vecinos de la ciudad de La Carlota. El Taller de Teatro La Edad de Oro. Una iniciativa de Cristina Mercado de Doffo, que perdura aún hoy, posibilitando que las personas adultas mayores puedan vivir esta etapa de sus vidas con alegría, motivados, en movimiento y alejados de la soledad.
Cristina, en una extensa entrevista comentó que la idea de enseñar teatro a las personas mayores siempre estuvo ahí, “es algo que quise hacer desde siempre y la oportunidad llegó”, dijo al inicio para agregar que ocurrió cuando estaba a cargo del Voluntariado de la Tercera Edad, que dependía de la secretaría de Desarrollo Social, “ahí cada vez que iba, observaba a los abuelitos tristes, mirándose unos con otros y empecé a pensar en alguna actividad que les diera alegría”.
Recuerda que ese pensamiento se convirtió en realidad cuando observó que a los abuelos les divertía mucho ir al parque a tomar mates y pasar la tarde improvisando sketch, “entonces es ahí que me surge esa idea de comenzar a enseñarles teatro”.
Recuerda que, Leonor G. de Gadea, quien ocupaba el cargo de secretaria de Educación y Cultura, los invitó a presentar una obra en una de las vecinales.
Esa primera presentación fue muy bien recibida por todos, “la verdad que gustó mucho y Leonor decidió invitarnos al Encuentro Juvenil de Teatro y desde ese año, participamos siempre”.
Con esa asegurada actuación de cada año, el grupo estable comenzó a ensayar, primero en el Hogar de Día, “y con el tiempo pedimos el teatro y ahí hace ya 30 años que estamos”.
Al inicio eran 17 abuelos, “y por supuesto que siempre hubo renovación porque algunos enfermaron otros fallecieron, o simplemente se cansaron, pero lo hermoso es que, muchos hijos y nietos, siguieron el legado”.
Cristina, apenas culminó el nivel secundario, comenzó a estudiar teatro y realizó cuatro años de la carrera de psicología enfocada hacia el adulto mayor, “que me favoreció en el trabajo que tenía con el grupo de teatro de adultos”.
Recuerda que su principal preocupación, apenas inició, con las clases de teatro para adultos, fue como hacer con quienes no sabían leer. Buscó respuestas en profesionales, en libros, pero la encontró en el entendimiento con los propios abuelos “y es así como les leía los guiones tantas veces como fuera necesario y ellos aprendían de memoria”.
Cada obra es de su autoría, cuenta, que son un total de 17, más dos adaptaciones y un musical, el Pesebre Viviente y El Pentecostés.
El relato escrito para cada una de las obras son sucesos de la vida real, vivencias, inspiraciones de letras musicales, “como la del tango Mi Noche Triste”, aunque “nada de triste tienen mis obras, son todas alegres, insinuantes, picarescas”, expresa.
Entre estas mencionó, Milonguita Arrabalera, Mi Noche Triste, Señor Juez, y Jubilados con Privilegios.
Y cada una de esas obras se van presentando en diferentes escenarios cuyos actores tienen desde los 60 hasta los 86 años de edad.
El actor que tiene 86, “empezó cuando vivía en La Carlota y después se fue a vivir a Ucacha, pero cada martes viaja a los ensayos”.
El taller es independiente, “nunca recibimos ayuda de nadie, ni del estado local, como para poder solventar los gastos propios”.
Sí, han logrado realizar viajes como a Embalse, a Santa María de Punilla, “también fuimos al Teatro Colón, e incluso a Caminito en el Barrio la Boca en la ciudad de Buenos Aires, donde incluso hicimos una representación teatral”.
Cristina rescata como valioso, de todo lo que viven, el respeto que existe en el grupo desde siempre, que ni siquiera se permiten salirse del guion, y si lo quieren hacer, primero preguntan.
Además, “cada vez que llega un integrante nuevo, se le explica que no se habla de política ni de religión y que, por, sobre todo, debe primar el respeto”.
Agrega, que las mujeres valoran mucho el respeto que tienen los “varones y también para con mi persona, y quizás sea eso, por lo que perduramos tanto en el tiempo”.
La profesora no solo refiere que estar en el grupo le permite desenvolverse en lo que es su pasión, si no también poder ayudar a los demás, de quienes recibe cada día, una caricia al corazón.
Ella comenzó a los 44 años a transitar este camino de enseñar teatro a los adultos mayores, “y la verdad que hoy a mis 74 años puedo decir que envejecí con ellos”.
Y este compañerismo supera los límites de los escenarios, porque se pone de manifiesto cuando se trata de emprender acciones para ayudar a vecinos de la comunidad.
Es por lo que, como grupo salieron a pintar los juegos de las plazas, o realizaron presentaciones teatrales para conseguir alimentos no perecederos que luego fueron entregados a Caritas, participaron en el pesebre viviente, en el Pentecostés invitados por la iglesia, como también actuaron en colegios, bibliotecas, geriátricos, participación en dos cortometrajes, uno convocados por estudiantes de cine UNC y otro por el Director de cine, Guillermo Hosmahan, llamado “Soledad” y en UEPC representación de "Libro" de la Prof. Lilis María Vera, entre otros espacios.
En cuanto al vestuario, parte importante de la actuación, Cristina cuenta que entre todos se consiguen, “o bien pedimos prestados”.
En este punto, dice, “es insólito lo que pasa en nuestro taller, porque todos dicen que para hacer algo se debe tener dinero, y la verdad que funcionamos sin aportes”.
Refiere que cuando realizan viajes, para solventar los gastos realizan ferias de platos, rifas, “nunca pedimos nada a nadie”.
En cuanto a la recepción que reciben de la comunidad en cada actuación, señala que es impagable, “y sentimos tanto afecto de todos, y en los encuentros juveniles de teatro es hermoso ver como los jóvenes nos aplauden, se acercan a saludarnos al escenario, el respeto que nos tienen es algo que no me sale casi, expresar con palabras”.
Y eso es lo que se llevan a casa los abuelos, ese amor de la gente, de los propios compañeros, y ante tan entorno sano, “como no hacer algo por los demás, aunque más no sea, actuar unos minutos para despertar alegría a otros”.
“Nosotros funcionamos por la Gracia de Dios”
Para Cristina, el grupo de teatro existe por la gracia de Dios y por el amor de la gente, “porque no tenemos el apoyo económico, es como si para el estado local no existiéramos, porque ni siquiera estamos incluidos en algún programa de alguna área municipal”. Agrega que tampoco nunca se les otorgó algún reconocimiento, “salvo cuando cumplimos 11 años”.
Recordó que, Daniel Scioli, les envió un reconocimiento cuando ocupaba el cargo de secretario de Turismo, “y que, gracias a eso, viajamos a Embalse”.
Una vida dedicada a los demás
Cristina Mercado de Doffo, hoy a los 74 años cuenta que ha desarrollado su vida entre el campo y la ciudad de La Carlota. Lugares que, aún hoy, le permiten accionar en pos del bien común.
Participó activamente de la política partidaria en el Peronismo, ocupando cargos como, concejal, presidenta del comité local, miembro de la mesa ejecutiva del Consejo provincial de las Mujeres, legisladora suplente acompañando la gestión de Matías Viola, “y la verdad que ese trabajo partidario fue en gran parte por mi madre, que militaba en la Unidad Básica de las Mujeres, donde desde muy chiquita iba con ella y acompañaba cuando se repartían juguetes, ropa, sidra, y siempre dije que eso quería hacer cuando fuese grande”.
A la par de ese trabajo hacia los demás, cuidó de su familia, estudió, “pero además me hacía tiempo para visitar a la gente a sus hogares y más cuando estaba en el Voluntariado de la Tercera Edad, que íbamos a ver a los adultos que vivían solos, les comprábamos lo que les hacía falta…y a muchos enfermos acompañábamos al hospital, a buscar medicamentos, peleábamos para que les arreglaran su casita…siempre andaba en la calle”.
Y con el tiempo, “inicié con las clases de teatro y nunca más dejé, porque es el lugar donde siento que mayormente se contiene a los abuelos de la comunidad”.
Y en este sentido expresó que en la ciudad hacen falta espacios donde los adultos mayores puedan ser parte de actividades, “para apaciguar tanta soledad, que se ve y mucho”.
A lo que agregó que los abuelos siempre están dispuestos a hacer cosas, “porque se los incentiva y ellos responden, pero debería haber más espacios para el disfrute, que les brinden alegrías, para que no se encierren, no queden solos, porque es muy triste”.
A modo de ejemplo destacó la importancia que tendría el poder generar encuentros con otros abuelos de su comunidad o de otras.
Los últimos minutos de la entrevista los dedicó a mostrar fotos, escritos, y contar detalles de las obras que ideó, para ser representadas por los abuelos, y también hubo un espacio para hablar de su exuberante jardín.
Entre recuerdos y un presente activo, habló de sus anhelos que pasan por, continuar haciendo lo que la vida le puso en el camino y lograr conformar un consejo de la ancianidad, que tenga como objetivo la puesta en práctica de acciones para que los abuelos no estén solos, pero para eso, “pido que Dios nos de salud, y seguir con ese cariño que nos tenemos, pero principalmente tener salud, amor y respeto, que siempre fue así, porque en los 30 años nunca tuvimos un problema, por lo que es gratificante y reitero, esto es una caricia al corazón, al alma”, sentenció.
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