Comer ideología

Opinión 19 de enero de 2024 Luciano Giuliani
ideología

Dos de los grandes problemas actuales son el fanatismo y la intolerancia, estos eran síntomas en el pasado del poder de las religiones pero hoy son parte del poder de manipulación de la política.

Es curioso ver como los que hasta hace cuarenta días estaban horrorizados con la inflación, los precios y el plan platita ahora se tragan un ajuste terrible y se desquitan la bronca contra algún artista del "régimen depuesto".

Así pasan a ser foco de ataques personas irrelevantes para la política como Lali Espósito o Peteco Carabajal.

Por el otro lado, los que no veían la inflación creciente y militaron el ajuste con la escasa ilusión de haber hecho caer el patriarcado ahora son fieras indomables que se percatan de que la plata no alcanza y todo aumenta.

Así para unos, que ahora se auto denominan argentinos de bien o fuerzas del cielo, los aumentos son necesarios y permiten entender una intrincada matemática en la que la inflación baja del 12,8% al 25,5%, o creen que vender todas las empresas estatales representa la solución mientras se le pagan subsidios por 100 millones de dólares a Marcos Galperin de Mercado Libre y se sostiene a un Caputo, pariente del ministro de Economía un régimen de privilegio en Tierra del Fuego, avalado claro por el gobierno anterior también.

La ideología es una droga peligrosa que sirve para acomodar la realidad a una visión pre concebida, en vez de percatarse que la realidad exige otra mirada para ser entendida y gestionada.

Días atrás, Javier Milei en el Foro de Davos les habló a los poderosos del mundo del peligro del socialismo que se había infiltrado entre ellos, un acto que se parece al loco de Nietszche en el mercado a pleno medio día con una lámpara prendida gritando "Dios ha muerto".

Milei cree en un mundo que tal vez no es el que existe y eso es preocupante porque la ideología le impide el pragmatismo necesario para un líder en un país como el nuestro.

Y el grave problema de la ideología es que es atemporal, tiene pretensiones de verdad absoluta y voluntad de perpetuidad.

Pero no se trata de Milei o las ideas de ese capitalismo prehistórico cuya división internacional del trabajo nos pone como productores de materia prima, sino que se encuentra en sus adversarios que lo defenestran también con ideología y no con doctrina o pragmatismo.

Para cierto sector opositor es muy cómodo y hasta sensato ser acusado de promover ideas socialistas, son lugares comunes de un discurso progresista que entiende mucho de izquierdas y derechas ajenas a la realidad y el sentido común.

Los argentinos no son de bien ni de mal, no son socialistas o ultra capitalistas, sencillamente quieren ganar plata, darse los gustos que consideran importantes y no ir al mercado a angustiarse.

Pero la ideología engaña, y tiene ese espíritu combativo que lleva a comer ideología, justificar su propia pobreza por "mantener vagos" que ni son mantenidos y tal vez no sean tan vagos como se cree pero no soportan la realidad y es una forma de justificarla.

En el otro extremo el peronista ideológico, en cuyo abanico hay un amplio anti peronismo de banderas rojas, que se explican con ideología los errores propios y acusan despiadadamente a su adversario de todos los males padecidos y por padecer.

Para Milei, el nacionalismo es un enemigo tan o más peligroso que el socialismo porque detecta, y con razón, el rol del Estado fuerte y soberano, algo que poco tiene que ver con ese invento progresista del Estado presente.

Así es como modelos al estilo del italiano como el de Giorgia Meloni pueden ser un verdadero peligro para las "ideas de la libertad" que promueve el mismo Milei.

El liberalismo es dogmático porque es ideológico, el nacionalismo es revolucionario por naturaleza porque carece de ideología, se sustenta en la realidad y en la acción política sobre ella para llevar adelante los objetivos en pos de la soberanía.

El globalismo encubierto de Milei asoma en la realidad, habla para un auditorio en el que está Macron, el presidente francés que roba recursos naturales a África y critica a su par italiana por su política inmigratoria.

Milei está mucho más cerca de Macron que de Meloni, y la presidente italiana va marcando un camino revolucionario con raíces en nuestras costumbres y tradiciones, es el momento de construir las voces del nacionalismo que se enfrenten al saqueo globalista que es liberal por izquierda y por derecha.

El Milei de Davos mostró que no hay mayores diferencias con Sergio Massa que el corte de pelo y el sentimiento futbolero hacia el club de sus amores que cada uno hincha para uno diferente.

El camino del nacionalismo va en conjunto con la tradición católica, raíz y fuente cultural de nuestra América hispana que le tiende nuevamente la mano a la Europa mediterránea para construir la revolución de los nacionalismos y poner fin a esta era de saqueo y falsas ideologías.

Luciano Giuliani

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